jueves, 11 de septiembre de 2008

Los Laderos del Arcárgel Gabriel






Ellos cabalgaban en la colina verde, seguían al sol. El viejo Roberto Fabián les había dicho que así encontrarían la comarca, cómo jóvenes que eran fueron a puro galope. Colchonero, Catalán y Diablo Rojo no descansaron ni un instante para tomar un poco de agua en algún arroyo, sus muchachos tenían prisa.

- Ahí vienen- gritó Juan Pablo.
- ¡Qué todavía no estoy sordo, ni ciego! Rápido, toma la manivela y baja el puente- le contestó Roberto Carlos.


Así fue como Lionel, Sergio y Carlitos se metieron en el Palacio. Quedaron bajo las miradas maravilladas de los porteros y estos con gran entusiasmo los llevaron a tomar algo.

-Entren, no tengan miedo- les dijo Roberto Carlos mientras le daba una palmada en la espalda a Lionel-. Acérquense a la barra y atiendan.

Ariel Arnaldo estaba ahí. Sabias y milenarias palabras de la tierra les brindó, de acariciarla y coquetearla con la pacha, cómo pinceladas de un atardecer verde anaranjado.
Pero cómo sabio que era, Ariel Arnaldo les aconsejó no quedarse allí mucho tiempo con él.

-Uno es grande y sabe elegir, pero ustedes muchachos sigan su camino- y con la cabeza les señaló la herrería de enfrente del bar- ¡Vayan a forjarse!

Carlitos se quería quedar un rato más, pero entre Lionel y Sergio se lo llevaron, tenían que conocer al herrero.

-¡Buenas tardes! Los estábamos esperando- con voz de tío panzón y barbudo les dio la bienvenida Javier Alejandro, mientras golpeaba con un gran martillo el fierro caliente sobre una piedra.

Los laderos se sentaron sobre unos troncos y con el fuego en la cara quedaron atónitos imaginando las batallas que les contaba el herrero.


Sergio, que suele ser tímido y callado, lo miraba con los ojos bien abiertos, hasta que Javier Adelmar les comunicó a los jóvenes que ya era hora que visitaran al Arcángel Gabriel.

-Gracias por traerlos Javier, espero que no los hayas molestado contándoles tus viejas historias- bromeó Hernán Jorge y miró a los muchachos- Él los está esperando, tiene muchas ganas de conocerlos.
-Para nosotros es un honor -respondió Carlitos como todo un Lord-.

Las palabras de Hernán Jorge serían las últimas que nuestros tres valientes escucharían antes de pasar esa enorme puerta. Lionel estaba ansioso por entrar, en cambio, Carlitos prestaba mucha atención a todo lo que decía Hernán Jorge y Sergio seguía pensando en las batallas de Javier Alejandro.

De repente se hizo un gran silencio y la puerta se abrió, una enorme habitación, altos techos de columnas interminables, un gran ventanal y en medio el Arcángel Gabriel.

¡Clank!

El ruido de las puertas al cerrar retumbó en todo el palacio. Dicen haber escuchado a Ariel Arnaldo contar que antes de irse los muchachos pasaron por el bar y conversaron con él. Otros creen que Hernán Jorge estuvo dentro de la habitación, pero no. Lionel, Carlitos y Sergio se reunieron con el Arcángel Gabriel, escucharon, hablaron, aprendieron y crecieron ante él, a solas los tres con él.


-Y ahora vayan muchachos, a la gran colina verde- les dijo y con un chiflido llamó a Catalán, Colchonero y Diablo Rojo.

Juan Pablo y Roberto Carlos les abrieron las puertas del castillo y los grandiosos pequeños laderos cabalgaron hacia el comienzo de un camino, que ansiamos, sea largo, alegre y triunfador.






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